domingo, 6 de febrero de 2011

Como niños

Los niños están siempre en movimiento, con entusiasmo, sin cansarse, nunca quieren detenerse. Con curiosidad, gozan el presente, porque no tienen pasado y no están afanados por el futuro.
Tienen “algo” que los adultos fuimos perdiendo en el camino.
Poseen la habilidad de perdonar rápidamente, no preocuparse demasiado, no frustrarse si algo sale mal .... simplemente, lo vuelven a intentar.
Disfrutan las cosas sencillas de la vida.  Nunca guardan resentimientos con sus pares y si se enojan, muy pronto lo olvidan y vuelven a relacionarse sin rencores. Sonríen mucho, todos los divierte y se muestran felices, sin tapujos.
Demasiadas veces como adultos, olvidamos cómo vivir la vida felizmente y los días parecen escurrírsenos. Tendemos a deprimirnos, teniendo en cuenta situaciones que están más allá de nuestro control: el clima, el pasado, errores cometidos, pérdidas sufridas, etc.
Y perdemos tiempo en esos pensamientos negativos, sin pensar que debemos tomar cada día y sacar lo mejor, para enfrentar nuevos desafío y crecer.
Nuestras emociones contagian a la gente que nos rodea, sean extraños o seres amados.  Como niños, necesitamos conquistar el día.  Estamos aquí por un tiempo corto.
¡Volvamos a cuando éramos niños y vivamos sin la problemática melancolía que parece tragarnos a veces!.  Cuando nos levantemos en la mañana, no estemos malhumorados y tristes.  Saltemos de la cama y comencemos el día “corriendo” como niños. ¡Observémoslos!, son grandes maestros, ¡tenemos tanto que aprender de ellos!.
Yo quiero conservar la libertad mental de un niño y jugar cada día este juego de la vida. ¡Por supuesto que quiero crecer!, lo que no deseo es que ese crecimiento me robe el entusiasmo de vivir plenamente cada día.
Dios nos llama a acercarnos a Él como niños (Mateo 18:2-4), esperando lo mejor de nuestro Padre Celestial y estando seguros de que lo que necesitamos, lo habremos de recibir en el tiempo preciso.