“Alzaré mis ojos a los monte; ¿De dónde vendrá
mi socorro? Mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra”… (Salmos 121:1-2)
Muchas veces una
experiencia emocional fuerte activa las raíces del verdadero problema
subyacente.
En ocasiones
Dios nos trata con una “terapia de choque”… Permite situaciones que provocan un
impacto fuerte en nuestra vida. Entonces, nos despertamos del letargo y nuestro
espíritu hace “clic”, se reactiva… hace memoria… reconoce… Es entonces cuando
podemos ver la mano de Dios en esta situación y no buscamos culpables afuera…
reconocemos que el problema está adentro… en el cableado interno… en el corazón…
En el tiempo de
la adversidad, qué bueno es “entender” ese tiempo por el que estamos
atravesando para no hundirnos ni en la desesperanza, ni en la desesperación.
“Alza tus ojos”…
nos dice la Palabra… Tal vez no comprendemos el por qué, ni el cómo, ni el para
qué. Pero de alguna forma, cuando alzamos nuestros ojos hacia Dios, cuando nos
atrevemos a ir más allá de nuestro finito raciocinio, de nuestra limitada
imaginación, es cuando estamos listos para recibir la fortaleza necesaria para
sobrevolar las circunstancias… Recién allí, haremos ¡¡¡CLIC!!!
Entonces, recibiremos
el auxilio y nos transformaremos en “entendidos” en los tiempos que estamos
viviendo, no por nuestro propio entendimiento, limitado y finito, no por
nuestra inteligencia, sino por el socorro de nuestro Padre celestial ante el
cual hallamos misericordia y gracia por medio de Su Hijo Jesucristo, que a
través de Su sacrificio nos abrió el camino.
Entonces podremos
agradecerle, porque esa experiencia tan
dura, tan difícil, tan dolorosa, nos capacitó para reconocer nuestras
carencias, nuestra limitación, nuestra incompetencia, nuestra impotencia y nos
rendimos… Dejamos de luchar infructuosamente con nuestras propias fuerzas.
Al rendirnos, el
espíritu comienza a expandirse a soltamos el control con el que,
imaginariamente creíamos que podríamos obtener seguridad y dejamos que actúe en
nosotros el ser más sabio del Universo, nuestro Señor, que mora en nuestro
interior…
Oremos:
por quienes están siendo gobernados por la desesperanza por decepciones, por
quienes transitan una enfermedad o cualquier tipo de pérdida. Para que puedan
elevar sus ojos al cielo y se acerquen al trono de la gracia, en el Nombre de
Jesús.