“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más
cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el
espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón” (Hebreos 4:12)
Hay días en los que nos disponemos a leer la Palabra
de Dios esperando hallar en ella algo que nos llene de consuelo, de esperanza,
de ternura, de apoyo…
Pero muchas veces leemos un texto que “nos pega”, que
nos resulta molesto y hasta nos desagrada.
Un texto que no coincide con lo que buscábamos, sino
todo lo contrario. No avala el modo en que estamos viviendo, no justifica
nuestro proceder y hasta tal vez esté en contradicción con algún proyecto que
queremos emprender.
O quizá toca una herida que llevamos en el corazón,
pero…
Es necesario permitir que “la espada de dos filos”
penetre en nuestro interior, que cuestione, aunque “nos duela”
No nos hace bien escapar de todo aquello que nos
duele. Es sano hacer frente y más sano aún confrontar nuestras heridas con la
Palabra de Dios para ver si estamos bien orientados o es necesario que
cambiemos de dirección.
Dios, en su infinita paciencia no nos exige que
tomemos una decisión drástica, si aún no estamos preparados para ello, sino que
nos va preparando a través de la obra del Espíritu Santo en nuestro interior.
Sólo espera que no escondamos NADA delante de su
Presencia, que enfrentemos lo que nos pasa y que se lo confiemos en una charla
de amigos, para que Él pueda sanarnos.
¡Permite que la Palabra de Dios toque tu vida aunque
duela!
Esa Palabra es para vos, justo en ese día porque
quiere poner luz en “eso” que está en la oscuridad, desea fortalecerte y
sanarte.
¡Oh, Señor! En
el Nombre de Jesús te pido perdón. Sé que en mí hay errores ocultos aunque no me
gusta reconocerlo. Hoy decido dejar que Tu Palabra “saque” a la luz y ponga de
manifiesto aquellas áreas de mi vida que necesitan ser curadas. Amén, Amén y
Amén.