Una soleada tarde de julio, caminaba por el parque, viendo como los niños remontaban sus barriletes.
Con pequeños tirones lograban estabilizarlos cuando el viento los hacía bajar.
Cuando se enganchaban, los acomodaban y si caían, reparaban lo que estaba mal y volvían a intentar.
Escuché a un papá diciendo a su hijo: - ¡necesita una cola más larga!. Y a otro: - ¡hace falta más cordel!.
Realmente disfruté mucho de este espectáculo ya que yo nunca remonté un barrilete, pero siempre soñé con poder hacerlo.
El cielo se veía con manchones de colores ... ¡¡¡muy bello!!!. No sólo los pequeños, sino todos los que por allí pasábamos disfrutamos de esa actividad.
Vino a mi mente una comparación: Dios es el hacedor y nosotros los barriletes.
Él no quiere que nuestros “colores”, dones, bienes y capacidades queden para nosotros solos, sino que los usemos y lo compartamos.
Muchas veces empezamos a los tumbos, en otras ocasiones necesitamos “tirones” para decidirnos a alinear nuestra vida con su voluntad, decidiéndonos a dejar cosas que tal vez nos hacen sentir cómodos.
Pero cuando los vientos fuertes de la vida nos derrumban, su amor y consuelo nos reparan dándonos nuevas fuerzas y su gracia nos impulsa hacia lugares más altos.
¡OH DIOS, DANOS EL VALOR PARA ENFRENTAR LOS DESAFÍOS DE LA VIDA, CONFIANDO EN QUE TU AMOR NOS GUARDA!
Para reflexionar: El temor puede impedir que seamos como Dios quiere, no permitiéndonos vivir la vida abundante, plena, que Jesús nos ha regalado.
“…yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10)