“Antes que te formase en el vientre te
conocí y antes que nacieses te santifiqué…” (Jer.1:5)
Siempre que leamos la Biblia y “hallemos” una promesa,
repitámosla en primera persona.
Leer Toda la Escritura en primera persona es una
manera de comprobar de forma gráfica y que se grabe en nuestra mente que el
sacrificio de Cristo, el plan de salvación de Abba Padre (papito) fue hecho por
mí, por ti, por cada uno de nosotros.
Casi todos al venir a Cristo tenemos una autoestima
muy baja y por diferentes experiencias vividas nos sentimos inmerecedoras.
Nos cuesta mucho sentir que nos aman…
Entonces cuando leemos o escuchamos del gran amor de
Dios, del gran sacrificio de Jesús percibimos que fue por toda la humanidad,
así globalmente, pero no individualmente por mí.
¿Sabes? Él te pensó, te imaginó, antes de la fundación
del mundo, eres su especial tesoro, te tiene esculpida en la palma de sus
manos.
Tu nombre está escrito en el libro de la vida, quiere
que tengas vida, pero vida en abundancia, quiere llenar tu boca de risa y tus
labios de júbilo y alabanza.
Hoy Dios te mira con ternura y te dice:
Cuando tú puedas sentir mi
amor…
Cuando tú puedas aceptarlo,
dejarás de buscar en cualquier
parte.
Cuando tú puedas rendirte a
mí,
ya jamás recogerás migajas de
amor.
Cuando tú puedas sentir que te
amo,
permitirás que te alcance mi
perdón…
Entonces…
Acallarás tu corazón
Y en el silencio
Y en la quietud
Te rodeará mi paz
Por fin abrirás tus ojos
¡Y me verás!
¡Gracias Señor!
Abre mis ojos para que te pueda ver, abre mi corazón para que pueda sentir tu
amor, aceptar tu perdón y no buscar en ninguna otra parte porque en Ti
encuentro todo lo que necesito para calmar el vacío de mi alma. Te lo pido en el
Nombre de tu Hijo Jesucristo Amén, Amén y Amén.