domingo, 10 de mayo de 2020

"VEN...TE...VEO"


“Tú eres Dios que ve, porque dijo: no he visto también aquí al que me ve” (Gn.16:13)
Caminando muy temprano en la mañana, al mirar hacia mi derecha mi sombra me acompañaba. Sonreí, porque en ese momento mi mente recordó el Salmo 12:5 (en realidad fue el Espíritu Santo quien lo trajo a mi memoria) Jehová es tu guardador, es tu sombra a tu mano derecha
En ese preciso momento y sé que no existen las casualidades en el Reino de Dios, al que pertenezco, un ave emitía su inconfundible “ven-te-veo”
Mi corazón de “hinchó” de una sensación de paz y quietud (a pesar de estar en movimiento) y seguridad.
Era Dios hablándome a través de un pájaro, era Dios manifestándose en mi sombra.
Era Dios diciéndome: ¡tranquila!... ¡Soy tu guardián!... ¡No estás sola. Una y otra vez miraba mi sombra… una y otra vez escuchaba… ¡ven, te veo!... Y pensé cómo lo natural, lo visible, lo palpable, es un reflejo de lo sobrenatural, de lo que no vemos, de lo que muchas veces no entendemos, pero que es tan real, como el aire que respiramos.
Mi guardián, mi protector, mi cuidador, mi pronto auxilio, mi proveedor, el que nunca se duerme… quien vela por mí, día y noche, mi S.O.S.
Él es quien me sostiene y me preserva de todo mal.
¡Quién puede sentirse solo y abandonado si hace suyas estas promesas maravillosas!…
En un mundo convulsionado e individualista, estas promesas están a disposición de todo aquel que reconozca su necesidad espiritual y lo busque de todo corazón…
Él te VE… y te llama… VEN…
El canto del ave es ruidoso y chillón, pero el del Señor está repleto de amor y… BIEN TE VE…
Sus cuidados amorosos se extienden las 24 hs de los 365 días del año,
o sea… ¡siempre!
Dios te cuidará ahora y siempre por donde quiera que vayas, claro, hay una condición… que le creas, que le abras tu corazón y estés dispuesto/a a escuchar Su voz…

Gracias, te doy Señor, porque tus ojos están vigilantes sobre mí, no para condenarme, sino para cuidarme, protegerme y salvarme de todo mal. Ayúdame a creer siempre estas enormes verdades que me acompañarán a lo largo de toda mi vida, hasta que vuelvas a buscarme para disfrutar para siempre de tu Presencia. Dejaré como un valiosísimo legado mi fe a toda mi descendencia, en el Nombre de Jesús. Amén, Amén y Amén.