“Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos,
que claman a Él día y noche? ¿Se tardará en responderles? (Lucas 18:7)
El Dios Todopoderoso, el Señor del Universo es
mi Padre, tu Padre, nuestro Padre.
Hace mucho tiempo leí esta historia y realmente
me impactó es por eso que hoy la quiero compartir con vos, que si también sos
hijo/a de Dios, sos mi hermana/o espiritual.
Un niño estaba en una soleada mañana de abril
parado en la playa. Un barco se veía a la distancia.
El niño comenzó a hacer grandes señales para
llamar la atención del timonel de la embarcación.
Un señor que estaba cerca de él le dijo en tono
burlón: -¡No pierdas tu tiempo, niño! ¿Crees que te prestarán atención y que el
barco cambiará su rumbo sólo porque a tí se te ocurre mover los brazos llamándolo?
El niño lo miró compungido, pero para
asombro de todos, el barco viró y se fue acercando a la orilla. Un bote fue
tirado al mar para recogerlo.
Una vez a bordo, el niño con su carita
totalmente iluminada por una enorme sonrisa, miró al señor que todavía tenía la
boca abierta por la sorpresa y le gritó desde la cubierta:
¡Señor, no soy tonto, el capitán del barco, es
mi padre!…
¡Qué hermosa enseñanza tiene esta breve historia!
El capitán del barco no cambió el rumbo porque
el niño tuviera derecho a parar el barco, sino porque no se trataba de un niño
común…¡¡¡era su hijo!!!
Cuando las circunstancias de la vida se vuelven
demasiado difíciles, dolorosas y parece que ya no hay esperanza…
Dios puede cambiar el curso de las cosas por un
solo hombre/mujer que ora…
¿Sabes por qué?
Porque el creyente que ora no es sólo no es sólo
un hombre o una mujer, sino ¡SU HIJO/A!
Él es nuestro Padre, quien nos conoce
personalmente, a cada uno por nuestro nombre.
Así como el niño de la playa, tal vez nos sintamos
insignificantes, incomprendidos, pero…
¡¡¡Ocupamos un lugar muy importante en el corazón
del capitán, de quien gobierna el Universo!!!
Señor, gracias porque
escuchas a tus hijos que claman a ti día y noche y no tardarás en respondernos.
Gracias porque por la
fe compartimos tu familia, gracias por tu amor que es tan grande que a través
del sacrificio de Jesucristo podemos ser llamados tus hijos.
En el Nombre de Jesús,
Amén, Amén y Amén.