Muchas veces, tal como el profeta Jeremías que es el autor de este libro, nos vemos así: envejecidos, quebrantados, torturados, como viajeros desorientados, en amargura... y... ¡claro! la paz se aleja...
En realidad la paz no se aleja, somos nosotros los que, al fijar la mirada en el problema, en la situación, nos olvidamos de todo el bien recibido y de cómo hasta aquí hemos sido protegidos....
Como consecuencia la situación negativa se agigante y perdemos las fuerzas y las esperanzas....
El alma se abate, no encontramos la salida, y hasta podemos decir... ¡¡¡hasta cuándo, Señor!!!
¿Hasta cuándo?
Hasta poder salir de ese encierro, de esa prisión en la que nos encontramos que nos obnubila la mente y el espíritu de tal modo que hasta podemos llegamos a pensar que nuestras oraciones no ascienden hasta Dios.
Nuestra mirada se distorsiona... hasta que de pronto, recapacitamos... "recordamos algo" que logra que nuestra esperanza renazca...
¿Qué es?
Las misericordias de Dios... gracias a ellas no hemos sido consumidos, porque NUNCA decaen sus misericordias, son nuevas cada mañana, porque grande, muy grande es su fidelidad.
Misericordia, hesed en hebreo, indica un sentimiento íntimo, profundo, amoroso, se trata de un pacto de amor.
Está vinculado a su fidelidad y permanece para SIEMPRE, nunca caduca, se renueva cada mañana...
entonces, al igual que el profeta estaremos en condiciones de afirmar:
"esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré" (v 21)
La espera con paciencia y confianza depositada en el Señor es el único camino que nos conducirá a buen puerto.
Dios es misericordioso, compasivo, fiel, no entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.
Nunca añadirá un gramo más de carga de la que podamos resistir.
Es importante tener una clara visión acerca de la naturaleza de nuestro Dios soberano, que también es un Padre amoroso que está en control.
Las pruebas son necesarias, no para Él que conoce TODO acerca de nosotros, sino para que nos conozcamos a nosotros mismos, porque es precisamente en ese tiempo difícil, donde aflora absolutamente todo lo que hay en nuestro corazón,
Necesitamos escudriñar nuestros caminos y levantar nuestros corazones hacia el Señor que permanentemente nos dice "no temas". Él aboga la causa de nuestra alma y redime nuestra vida...
¡Cómo no poner nuestra confianza en Su persona! En el único que puede transformar nuestro lamento en una renovada esperanza...