lunes, 1 de septiembre de 2025

Irresistible belleza espiritual … (Lucas 2:36-38)

Hay escasos detalles sobre la vida de Ana, era viuda, había pasado la mayor parte de su vida sin su marido, pero esta circunstancia no la llenó de amargura, rumiando su desgracia.

Todo lo contrario, se entregó de llano a servir en el templo, orando, ayunando y ministrando la Palabra del Señor a otros, ya que era “profetisa”.

En aquellos días los profetas eran “raros”, pero esta anciana, que había dedicado su vida entera al Señor, ya que tenía 84 años o más, este detalle no es relevante, lo era.

Su profunda devoción a Dios la llevó a identificar, al igual que Simón en el bebé cuyos padres estaban presentando en el Templo, al salvador.

Esto la condujo a hablar de Él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Al igual que los pastores, da testimonio de la llegada del Mesías… ¡¡¡Qué privilegio!!!

Una vez más se repite esta situación, donde los sectores más vulnerables de la sociedad, son los que reciben por parte del Señor, “la primicia” del arribo del tan esperado Mesías redentor de Israel.

Mientras que los sectores de poder, tanto político, como religioso, no sólo que lo desconocían, sino que lo rechazaban… Hipócritas, les dijo Jesús… no eran sinceros, ni auténticos…

Sinceridad, es una palabra tan pequeña, pero que tiene un gran peso en la eternidad.

Si no la vivimos, de nada nos sirve orar y orar, como hacían los fariseos para ser vistos, pero sus oraciones eran huecas, vacías…

Ana es un modelo de fidelidad, perseverancia. consagración y esperanza en Dios, al igual que Simeón, ambos de edad muy avanzada. Ambos vivían en esperanza, Simeón esperaba la consolación; Ana la redención. Juntos dan un testimonio equilibrado y completo de la llegada del Mesías...

Ambos esperaron con confianza y el Señor los premió con ver cumplida esas promesas...