En mis caminatas por la plaza de mi barrio, puedo observar la gran cantidad de árboles de diferentes especies.
El domingo pasado hubo uno en especial que me llamó la atención, como si nunca antes lo hubiese visto. ¡¡¡Era precioso!!!...
Estaba cubierto por pequeñas flores de color rosado, pero lo extraño era que el suelo estaba tapizado de flores caídas de un tamaño un poquito más grande, que reproducían la copa del árbol, como si este se estuviera reflejando en un lago.
Por supuesto se trataba de las flores que se habían ido cayendo y que ahora, estaban perdiendo su antigua belleza, marchitándose.
En su lugar, había nuevas flores, más pequeñas aún, porque todavía no habían alcanzado su plenitud, pero que le daban al árbol una nueva belleza.
Para que las flores nuevas nacieran, “se abrieran a la vida”, era imprescindible que las anteriores abandonaran el árbol. De esta forma continuaría el ciclo vital.
Esta imagen me hizo reflexionar acerca de las distintas etapas por las que tenemos que ir pasando a lo largo de nuestra vida.
Hay circunstancias, momentos y personas que “adornan” nuestra vida haciéndola más hermosa. Pero no siempre estarán ahí.
Es por eso que no debemos AFERRARNOS a ellas. Disfrutémoslas, mientras estén, pero SOLTÉMOSLAS, cuando ya hayan cumplido su propia etapa.
Nuestro Dios y creador, quiere que aprendamos a disfrutar de cada cosa, cada momento, cada detalle del que Él nos provee cada día.
Cuando esto ya no esté, no nos empecinemos en sujetarlo, no nos entristezcamos y deprimamos, lloremos y pateemos el piso como niños caprichosos.
Esperemos y confiemos, con la certeza de que … ¡¡¡algo nuevo vendrá otra vez!!!. Cada etapa tiene su encanto, pero si no dejamos salir lo que ya ha cumplido su ciclo…¡¡¡difícilmente aparezca, lo gratificante, lo refrescante!...¡¡¡las flores nuevas!!!.
Veamos qué nos dice la Palabra de Dios acerca de este tema.
“Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiera debajo del cielo tiene su hora” (Ecl. 3:1).
“Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien” (Romanos 8:28).
“He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21:5)