"Desead como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación" (1 Pedro 2:2-3)
Hace muy pocos meses se han incorporado dos nuevos bebés a la familia. Al observarlos alimentarse, surge esta reflexión...
A escasos minutos de nacer, el bebé desea alimentarse con la leche que le provee su mamá, esto es una señal de buena salud y un síntoma normal de su vitalidad.
Si llevamos esta situación al plano espiritual,ocurre lo mismo. Para el recién nacido en la familia de Dios, quien ha abierto su corazón a Cristo, hay un alimento que conviene y acompaña a la salvación: la Palabra. Esta es la leche espiritual no adulterada imprescindible para un crecimiento sano y eficaz. Así como para el bebé, lo más conveniente y seguro es la leche materna, a pesar de todas las opciones de fórmula maternizada que ofrece el mercado, el alimento más adecuado para nutrir la vida espiritual, es el alimento celestial consignado en las Escrituras.
La nueva naturaleza está hambrienta de ese alimento mediante el cual, Cristo se irá "revelando", la "fe" irá creciendo y cada neurona se impregnará de todo lo que proviene de "la boca de Dios".
Paralelamente crecerá el tiempo de comunión con el Señor, el tiempo de oración y el deseo de nutrirse de ella.
¿Tienes hambre de la Palabra? ¿La deseas cada día como tu alimento? Sino estás teniendo este apetito sano para tu madurez espiritual es porque te estás alimentando con "otras cosas" que tienen la capacidad de quitarnos el apetito por lo sano y sustancial, porque están repletos de calorías vacías y muy poco valor nutritivo... ¡Cuidado!... ¡Busca la leche pura, sin agregados ni conservantes de la Palabra de Dios para tener así un crecimiento sano y eficaz!...