“Mía es la venganza y la
retribución…” (Dt. 32:35)
Todos transitamos la vida
cargando valijas, más livianas en algunas oportunidades, más pesadas otras. Ese
equipaje está formado por heridas profundas, recibidas en el pasado pero que
siguen allí, vigentes, hasta a veces sangran…
Queremos sentirnos felices,
saludables y completos, pero no podemos dejar esos pensamientos atrás. Creemos
que ya están superados pero…vuelven una y otra vez, hasta con mayor fuerza aún.
La venganza se acaricia como
única esperanza y no nos sentimos libres. Hasta llegamos a pensar ¿dónde estaba
Dios en ese momento?... ¿Por qué?
Planear vengarnos por nosotros
mismos es lo mismo que decirle a nuestro Padre: -no confío en tus promesas,
quiero controlar yo solito/a la situación y hacer por mi cuenta Tu trabajo (Él
es el único juez).
Cuando nos enfocamos en la
venganza hacemos cosas locas que no nos satisfacen, no nos sentimos bien, no
funcionan.
Dios nos perdonó, ninguno de
nosotros estábamos exentos de pecado, pero Jesús no nos condena, la cruz no
limpió.
Y cuando yo perdono, le estoy
dando a otros lo que Él me dio a mí, lo que yo recibí por gracia, no porque lo
mereciera.
Habrá que reconocer que hay
personas que lastiman una y otra vez, será necesario tomar distancia de ese
tipo de gente. En el caso de no poder hacerlo físicamente, por lo menos
deberemos tomar distancia emocional.
Perdonar es dejar el deseo de
venganza, desear que el bien llegue a su vida, no significa retomar la
relación, si la persona no muestra arrepentimiento.
Debemos liberarnos de esas
valijas porque si las seguimos cargando, viviremos en forma miserable, sin
poder disfrutar de una vida abundante.
Dios nos creó para ser LIBRES,
para que andemos livianos por la vida sin rencores, sin odios, sin malos
recuerdos…
Tenemos que dar el primer paso
de este proceso que no es fácil ni sencillo.
Debemos darle a otros lo que
de gracia hemos recibido y…¡debemos hacerlo YA!
Esto no tiene que ver con el
otro, tiene que veer con nosotros. Debemos liberarnos para poder descansar de
ese pesado equipaje que venimos arrastrando tal vez desde hace varias décadas.
Señor,
eres mi sanador, pon tus manos sobre mis heridas y ayúdame a perdonar para
poder viajar liviana y disfrutar de la vida buena, abundante y victoriosa que
vos quieres darme. Hoy te entrego mis valijas llenas de dolor, cámbialas por Tu
PAZ. En el Nombre de Jesús, Amén, Amén y Amén.