“Todo
tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del sol tiene su hora”
(Ecl.3:1)
Cuentan que una vez un hombre envió a su hijo al río a llenar una vasija recomendándole que no demorara.
Mientras el jovencito realizaba el encargue, su papá lo observaba. Vio que ponía el recipiente debajo de un gran chorro que caía como cascada con tanta fuerza que no sólo no lograba entrar dentro del recipiente, sino que melló su cuello con el golpe intenso del agua.
Cuando el hijo regresó, no sabía de qué modo decirle a su papá que no sólo la vasija estaba arruinada, sino que el agua estaba turbia, a pesar de que el río tenía aguas cristalinas.
El papá con una sonrisa indulgente le preguntó cómo había sucedido eso (a pesar de que él había visto todo lo ocurrido)
Quería llenarlo lo más rápido posible, le dijo el niño, con tristeza, no sabía que se arruinaría.
Sólo tenías que sumergir la vasija en el río, hijo querido, no te preocupes y agregó a modo de lección ejemplificadora.
“Muchas veces en nuestras tratamos de llenar nuestras vasijas a nuestro tiempo, en un mundo acelerado y convulsionado y terminamos averiados, como este recipiente”
Pero Dios conoce nuestra capacidad, y sabe que si hacemos las cosas como nosotros queremos podemos hacernos daño pues no estamos capacitados para hacerlo en ese momento, por eso logramos las cosas a medias y el agua que conseguimos no es pura, sino turbia.
Queremos tener todo YA y en el proceso salimos heridos por no dejar que Dios nos sumerja poco a poco en la corriente calmada del río del Espíritu.
Dios conoce la capacidad de cada uno. Es por eso que no debemos hacer las cosas en nuestro momento, sujetas a nuestro capricho y ansiedad.
Dios desea llenar tu cántaro hasta el tope, pero en SU momento y según TU capacidad.
Cuentan que una vez un hombre envió a su hijo al río a llenar una vasija recomendándole que no demorara.
Mientras el jovencito realizaba el encargue, su papá lo observaba. Vio que ponía el recipiente debajo de un gran chorro que caía como cascada con tanta fuerza que no sólo no lograba entrar dentro del recipiente, sino que melló su cuello con el golpe intenso del agua.
Cuando el hijo regresó, no sabía de qué modo decirle a su papá que no sólo la vasija estaba arruinada, sino que el agua estaba turbia, a pesar de que el río tenía aguas cristalinas.
El papá con una sonrisa indulgente le preguntó cómo había sucedido eso (a pesar de que él había visto todo lo ocurrido)
Quería llenarlo lo más rápido posible, le dijo el niño, con tristeza, no sabía que se arruinaría.
Sólo tenías que sumergir la vasija en el río, hijo querido, no te preocupes y agregó a modo de lección ejemplificadora.
“Muchas veces en nuestras tratamos de llenar nuestras vasijas a nuestro tiempo, en un mundo acelerado y convulsionado y terminamos averiados, como este recipiente”
Pero Dios conoce nuestra capacidad, y sabe que si hacemos las cosas como nosotros queremos podemos hacernos daño pues no estamos capacitados para hacerlo en ese momento, por eso logramos las cosas a medias y el agua que conseguimos no es pura, sino turbia.
Queremos tener todo YA y en el proceso salimos heridos por no dejar que Dios nos sumerja poco a poco en la corriente calmada del río del Espíritu.
Dios conoce la capacidad de cada uno. Es por eso que no debemos hacer las cosas en nuestro momento, sujetas a nuestro capricho y ansiedad.
Dios desea llenar tu cántaro hasta el tope, pero en SU momento y según TU capacidad.
Oremos: Señor danos sabiduría para esperar tus perfectos tiempos, no apresurarnos, no actuar impulsivamente, sino con prudencia y fe, en el Nombre de Jesús te lo pedimos, Amén, Amén y Amén.