“Mientras la tierra
permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y
el invierno, y el día y la noche… ” … (Génesis 8:22)
El principio de
la semilla fue establecido por Dios. Desde que creó la primera cosa viviente le
dio la habilidad de crecer y multiplicarse mediante la semilla.
Nuestra vida
comenzó con el principio de la semilla. Y cada acto de nuestra vida desde el
nacimiento ha operado por el principio de la sementera que continuamente brota
de las semillas buenas y malas que vamos sembrando.
Esto sucede de
manera independiente de que estemos o no conscientes de esas siembras…
Con conocimiento
o sin él, con propósito o sin él, queriendo o sin querer, permanentemente
estamos sembrando “semillas”…
Para que todo
ese potencial que el Señor ha depositado en nuestro interior, para poder
sobrellevar los problemas que la vida misma nos va presentando, para poder
fructificar abundantemente, tendré que sembrar buenas semillas en cada área de
la vida.
La salud, la prosperidad,
la renovación del ser interior, las relaciones, serán efectivas cuando tomemos
la decisión de seguir la ley divina de la siembra y la cosecha.
Para ello debo
conocer al dador de la semilla que se me revelará a través de Su Palabra (la
Biblia) y comenzar a desarrollar una estrecha relación con Él.
De ese modo
podré sembrar “la semilla2 de Su promesa en la tierra de mi necesidad…
Oremos:
¡Gracias, Padre! Porque sos mi proveedor de semillas. Hoy decido sembrar la
semilla de Tu promesa en el terreno de mi necesidad, confiando en que cosecharé
frutos en abundancia. Regaré la tierra con mi oración y lo agradeceré desde
ahora, aún antes de recibirlo. En el Nombre de Jesús, Amén, Amén y Amén