Cuando era pequeña, en la cuadra de mi casa, había enormes plátanos. Uno de ellos corría el riesgo de caerse porque su tronco estaba hueco.
Los leñadores llegaron una mañana, con sierras automáticas y hachas. Los vecinos se reunieron para presenciar el evento. Suponían que los hombres empezarían a cortarlo por el tronco principal, pero los hombres colocaron escaleras y comenzaron a podar las ramas más altas.
De arriba hacia abajo cortaban desde las más pequeñas hasta las más grandes. Así cuando terminaron con la copa del árbol, sólo quedaba el tronco central. En poco tiempo aquel poderoso árbol yacía cuidadosamente cortado en el suelo.
El más experimentado leñador explicó que cortando el árbol cerca del suelo, antes de quitar las ramas, se vuelve incontrolable y en su caída, puede producir destrozos.
Es más fácil manejar un árbol cuando más pequeño se le hace.
Lo mismo ocurre con las preocupaciones que van creciendo en cada uno de nosotros. Llega un momento en que no las podemos manejar. Es aconsejable podar apenas aparecen los pequeños obstáculos que nos impiden el disfrutar de cada día.
Quitando desde el comienzo los pequeños problemas podemos, gradualmente ir llegando al tronco principal de nuestras preocupaciones. Será necesario quitar las ramas de la preocupación una a una, ocupándonos, sin preocuparnos.
Será necesario reconocer nuestros errores, tener el valor para enfrentarlos, establecer prioridades y mantener la determinación para ir librándonos poco a poco de todo el peso que nos impide trabajar, crecer, disfrutar y vivir la vida plena y abundante que Dios quiere que tengamos, transformando nuestras ansiedades, miedos y afanes en esperanza, fe y paz.
Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros (1º Pedro 5:7).
¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? (Mateo 6:28)