viernes, 10 de enero de 2014

¡DEPENDENCIA SINCERA Y ABSOLUTA!


“… fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:10)
Tal vez una tristeza profunda ha embargado tu corazón y has dejado de sonreír. Sientes una presión fuerte en tu pecho, una sensación de inseguridad por lo que estás viviendo, quisieras que las cosas fueran diferentes, que los problemas que hoy tienes a la vista no existieran y clamas a Dios pero sientes que no te escucha.
Al no ver nada de lo que quisieras ver has sido presa de un fuerte desanimo, de una fuerte depresión, de sensaciones que sólo te llenan de miedos y pensamientos de derrota.
Para esos momentos en donde todo está en contra porque nada esta saliendo bien, lo único que puedes hacer es entregarte a Dios.
Reconocer que ya no tienes control alguno sobre todos esos asuntos que te afligen, que ya no puedes más y que por más que piensas una y otra forma de cómo salir de la situación, no encuentras la manera.
Todos pasamos por momentos así, episodios de nuestra vida que sólo nos traen preocupación por lo que pasará o por los resultados nada buenos que se ven venir, pero en medio de ese tsunami de sentimientos, llega un momento en donde simplemente tienes que rendirte, en donde simplemente tengo que doblar mis rodillas y esperar el favor de Dios.
Nada de lo que haga, piense o quiera puede cambiar las cosas, solo Dios es el único que puede hacer el milagro que esperamos.
Y es que cuando nos entregamos a Dios algo maravilloso pasa, algo sucede en el ámbito espiritual. Cuando todo nuestro ser se doblega, cuando reconocemos que ya no podemos más, cuando reconocemos nuestra dependencia de Dios, entonces es allí cuando el panorama comienza a cambiar.
Dejamos de intentarlo nosotros para cederle nuestro lugar a Dios, y si hay alguien que puede hacer cosas sorprendentes, ese es nuestro Dios Todopoderoso.
Muchas veces queremos solucionar las cosas en base de nuestra capacidad humana, hacemos todo lo que podemos para encontrar una respuesta y no la encontramos, nos desanimamos al ver que somos incapaces de solucionar los problemas que se nos presentan, en su lugar lo que debemos hacer es dejarlo de intentar en nuestras propias capacidades y cederle ese lugar a Dios, comenzar a depender EN FE de lo que Dios quiere y puede hacer en nuestra vida.
Cuando nosotros depositamos totalmente nuestra FE en Dios, Él nos honra y toma el lugar que le corresponde y hace de aquello que nosotros creíamos destruido algo hermoso, pues sus planes siempre son mejores que los nuestros.
¡Ríndete delante de Dios! Entrégale el control de tu vida y de esta situación que te está atormentando, dirigí tu rostro al cielo y confiadamente dí:

¡Señor, ya no puedo más, te entrego el timón de mi vida y de esta situación, toma Tu mi lugar! Dependo sólo de vos que tienes planes de bien para mí, sé que en tus manos este problema será revertido en bendición y harás de ello algo  hermoso”.