domingo, 30 de septiembre de 2012

¡¡¡NO JUZGUES, SÓLO AMA!!!


En numerosas oportunidades pretendemos hacer el trabajo que le corresponde a Dios.
Nos convertimos en expertos profesionales para juzgar y rápidamente decretar un veredicto, pero… ¡somos tan lentos para verificar si lo que vemos o pensamos es lo que realmente sucede!.
Debiéramos preguntarnos:
¿Cuándo me delego Dios para juzgar a mi hermano?, ¿En qué momento te otorgó el privilegio de enjuiciar a la persona porque no comparte tus ideas o tu visión?
Si vemos que alguien tropieza o cae, somos los primeros en desaparecer de su círculo, somos los primeros en apartarlo de lo “santo”, somos los primeros en olvidarnos que un día también nosotros necesitamos de una mano extendida que nos ayudara a restaurarnos.
Pero Jesús nos pide MISERICORDIA y nos recuerda que:

“No se conviertan en jueces de los demás, y así Dios no los juzgará a ustedes. Si son muy duros para juzgar a otras personas, Dios será igualmente duro con ustedes. Él los tratará como ustedes traten a los demás”. (Mateo 7:1-2)

Él es el único que puede juzgar y cuando lo hace su juicio es perfecto. No critiquemos, no menospreciemos, no nos creamos tan perfectos porque en realidad no lo somos, no pensemos que todos tienen que ser como nosotros, porque cada uno tiene una relación personal con Dios. No creamos que somos mejores que alguien, porque en realidad no somos mejores que nadie.
Vivamos cada día agradecidos porque Dios nos dio la oportunidad de ser sus hijos, si vemos a alguien que tropieza, extendamos la mano, si alguien cae, levantémoslo, si alguien es débil, ayudemos a que se fortalezca, si alguien falla, corrijámoslo con amor, mostremos lo que Dios nos ha dado a nosotros, ese amor tan puro con el que nos llamó, nos aceptó, nos perdonó y nos está restaurando.
Dejemos de criticar, menospreciar y creernos los más buenos de los buenos, porque no hay ninguno bueno, sino solo Dios.
Jesús mismo nos hace esta invitación:

“No se conviertan en jueces de los demás, y así Dios no los juzgará a ustedes. Si son muy duros para juzgar a otras personas, Dios será igualmente duro con ustedes. Él los tratará como ustedes traten a los demás”. (Mateo 7:1-2)

Cuando nosotros en lugar de juzgar apliquemos la misericordia y nos dediquemos a amar, a comprender y a ayudar, nuestra vida se volverá diferente. Un gozo real nos inundará, toda amargura, enojo, resentimiento y todo sentimiento que nos lleva a juzgar desaparecerá, porque el amor de Dios estará inundando nuestra vida y es allí, cuando vamos a comenzar a disfrutar de lo que realmente es la vida en Cristo, una vida de amor verdadero hacia Dios y hacia nuestro prójimo.

¡¡¡HASTA LA PRÓXIMA!!!. ¡¡¡DIOS LOS BENDICE Y LOS GUARDA!!!