"Den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas a favor de los hombres” (Salmo 107:8)
Tenemos tendencia a ser desagradecidos… Nos quejamos por todo…
¿En qué lugar te ubicas?
¿En el agradecimiento o en la queja?
Si sientes que “el mundo” te debe
“algo”, vas a vivir insatisfech@ y amargad@... Tus expectativas tal vez no sean
cubiertas y nunca consigas lo que esperas…
Es necesario reconocer que es muy
probable que tus cosas no se resuelvan del modo en que quieres, ni tus
relaciones tal vez sean como las imaginaste, ni tu casa tan linda como pensabas
que sería…
Si optas por la queja y el
lamento, puedes llegar disgustad@, infeliz y desdichad@ a una muerte prematura
por la pérdida de la alegría y la esperanza…
Cuando permites que la
conmiseración, la pena por ti mism@ te invada… sentirás que “el mundo” no te
merece… entonces vivirás resentid@ y no dejarás que el agradecimiento florezca
en tu corazón y sea expresado por tus labios.
La persona orgullosa no es agradecida,
porque piensa y está convencida de que nunca recibe lo que merece…
Contrariamente, un corazón
agradecido puede ver y reconocer cada día como un regalo…
Se enfoca menos en lo que le
falta y puede ver todos los privilegios que sí tiene…
El corazón agradecido, desde que
despierta, va recogiendo razones para agradecer… poder escuchar, poder ver, la
posibilidad de disfrutar de un baño caliente, un plato de comida…
La gratitud disipa la ansiedad,
como el sol hace con la neblina…
Cuando tu corazón es agradecido,
sonríe, y esa sonrisa que se expresa a través de tu boca, toca almas, da color
a otras vidas y consigue contagiar esa actitud…
Un corazón agradecido está lleno
de alabanza a Dios, por Su amor incondicional y su perdón inmerecido…
Lo valioso está en casa, en la
familia… No permitas que el desaliento te susurre al oído… Piensa y agradece
por las bendiciones de las cuales gozas y que tal vez ni has reconocido…
¡¡¡Seamos agradecid@s!!!
No dejemos escapar la oportunidad de agradecerle por esos detalles de amor con que nos provee cada día…