“Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; Mas la lengua de los sabios es medicina” (Prov. 12:18)
En demasiadas oportunidades los mayores (padres, maestros, figuras de autoridad, etc.) “robamos” la autoestima de los niños (y aún de los adultos) con nuestras frases descalificadoras.
Si crecemos escuchando “no servís para nada, no lograrás nada”, lo creeremos y nuestras acciones irán encaminadas hacia ese fin.
Gran parte de la responsabilidad del fracaso tanto en jóvenes como en adultos se debe al “robo” de la autoestima cuando éramos niños.
Quien no recibe la cantidad normal de elogios y aprecio, los buscará de maneras equivocadas y necesitará la aprobación del entorno de una manera dañina.
Un gramo de alabanza puede lograr más que una tonelada de regalos.
Aquí van algunos tips para tener en cuenta:
1- Alabar a niños y adultos por las tareas bien hechas y las buenas acciones hacia los demás (generosidad, bondad, honestidad, etc.). Felicitarlos cuando éstos se esfuercen por hacer las cosas bien, aunque no lo hayan conseguido completamente.
2- Reconocer que el elogio se necesita especialmente de la gente que es importante para nosotros. Para un niño, los papás son las personas más importantes; así que, cuando ellos lo reconocen, él se siente amado y seguro. En un adolescente, reconocerlo significa ayudarle a superar su timidez y a desarrollar su independencia.
La alabanza desarrolla generosidad, iniciativa y cooperación. Esto también es válido con adultos (jefes, esposos, etc.)
3- Nunca comparar, esto genera competencia y rivalidades.
4- Evitar el ridículo, el sarcasmo y la ironía: el reírse de otro porque no puede hacer bien las cosas puede ocasionar no sólo su enojo, sino su aislamiento y hasta puede conducir a conductas más complejas.
6- Tomarlos en cuenta: cuando nos tomamos el tiempo para escuchar a los demás y conocer sus intereses, cuando dejamos de lado lo que estamos haciendo y les prestamos atención, edificamos su autoestima.
7- Aceptar a los demás tal como son, con sus aciertos y yerros, sus capacidades y sus limitaciones. Cada cabeza, es un mundo; todos somos diferentes y debemos aprender a aceptar esas diferencias y respetarlas.
LAS DIFERENCIAS, ENRIQUECEN, NO LES TENGAMOS MIEDO NI LAS RECHACEMOS.
¡¡¡HASTA LA PRÓXIMA!!! ¡¡¡LLUVIA DE BENDICIONES!!!