“Honra
a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová
tu Dios te da” (Gén.
20:12)
Este
es el único mandamiento que tiene promesa… ¿por qué será?
Los
ancianos nos necesitan. Precisan nuestro amor, nuestro cuidado, nuestro
reconocimiento, nuestra comprensión y en algunos casos nuestro perdón.
Reconozcamos
que ningún padre es perfecto y sin duda alguna como madres y padres todos hemos
cometido muchos errores. Es por eso que como hijos necesitamos perdonar y como
padres ser perdonados.
De
nada sirve guardar resentimientos y amarguras.
Si
por alguna razón estás resentido/o con sus padres… ¡hoy es el día perfecto para
perdonarlos!
Debemos
entender que ellos hicieron lo mejor que pudieron con el conocimiento y recursos
que poseían.
Ellos
necesitan escuchar de tu boca que a pesar de todo, sí hicieron cosas buenas al
criarte.
¡Ellos
también necesitan tu apoyo! independientemente que lo merezcan o no…
Cuando
nuestros padres llegan a la tercera edad necesitan mucho de nuestro apoyo.
Dedícales
tiempo, atención, un tiempo de calidad, sin prisas ni apuros.
Invítalos a tu casa a comer. Interésate en sus cosas y en sus necesidades…
Un
escritor mexicano, llamado Alejandro Orozco sentenció una vez: “Los viejos
necesitan poco, pero a ese poco, lo necesitan mucho”.
Si
cuando estás leyendo esta reflexión y todavía tienes a tus padres vivos, corre
al teléfono y llámalos ahora mismo?
Reúnete
con ellos y dile cuánto los quieres, abrázalos muy fuerte y no digas nada, si
no te salen palabras, pásales de tus fuerzas, tal vez están flaqueando en las
suyas.
Disfruta
de su compañía, aunque te repita muchas veces la misma historia, también vos
pasarás alguna vez por esa situación.
Involúcrate
en sus vidas… ¡TE NECESITAN!
Si
ya no están vivos, guarda en tu corazón los mejores recuerdos que tengas y
pedile al Señor que te ayude a borrar de tu mente los otros, esos no tan
agradables…
Perdónalos
en tu corazón, deja de lado todo rencor, todo dolor, toda falta de perdón…
Señor mío, cura mis heridas, ayúdame a
perdonar (estén o no vivos), deseo de todo corazón poder comenzar una nueva
relación, sólo podré lograrlo si estoy muy junto a vos.
Te pido perdón si no he cumplido con mis
padres como debía, hoy delante de tu trono en el Nombre de Jesús, deseo curar
estas heridas para continuar con mi vida y poder avanzar.
Sé que si mi arrepentimiento es sincero,
vos me vas a perdonar, porque esa es tu promesa.
¡Gracias! Porque sé que me estás
escuchando y actuarás con poder. Amén, Amén y Amén.