“la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Sgo. 1:20)
Santiago en su carta nos recomienda que seamos pronto para oír y tardos
para hablar y para airarse.
Muchas veces las personas se enfurecen sin mayores razones. Si esto es
recurrente y la rabia se convierte en ira, puede producir una serie de
patologías como hipertensión y causar problemas cardíacos, además de arruinar
las relaciones.
La rabia es una de las emociones básicas del ser humano, es una de las más
pasionales y peligrosas cuando se transforma en ira porque la persona puede
llegar a perder el control sobre sus actos.
Las personas que llegan a enfurecerse son aquellas que no saben
reconocer sus emociones y por lo tanto son incapaces de expresarlas. Son seres
que no controlan sus impulsos.
Quienes han aprendido un funcionamiento violento como medio para
resolver un conflicto, sumado a la ingesta de sustancias como la droga y el
alcohol, son factores de riesgo para un ataque de ira.
No es fácil superar la ira, es necesario reconocer que se tiene un
problema de control, asumirlo con valentía y apelar a la ayuda del Espíritu
Santo que a través de Su fruto irá transformando el interior de la persona
llenándola de la paz de Dios, que supera todo entendimiento.
Algunos tips que pueden ayudar:
1.- Intentar de una manera conciente no reaccionar de manera impulsiva.
2.- Hablar las emociones, ponerlas en palabras, cuando algo moleste,
hacerlo saber a la otra persona, esto no asegura que el otro cambie, pero a ti
hará bien.
3.- Retirarse de la escena hasta que disminuyan los niveles de rabia y
sienta que puede comunicarse.
4.- Tomar tiempo para sí mismo/a, caminar, nadar, leer, ver una
película, algo que realmente disfrute.
5.- No hundirse en el lado negativo. Habrá que aprender a perdonar.
6.- Es necesario recuperar el control interno, decidir que uno es dueño
y señor de sus propias emociones. Ellas no dependen de los acontecimientos
externos, sino de cada uno y de cómo cada uno los enfrente.
Padre, te entrego estos
sentimientos negativos de rabia que siento y te pido perdón por ellos. Pido al
Espíritu Santo que trabaje en estos aspectos que no te agradan y que me hacen
tanto mal a mí y a mi entorno. Ayúdame a través del dominio propio a que la paz
de Cristo reine en mi vida, en el Nombre de Jesús, Amén, Amén y Amén.