“Enséñanos de tal modo a
contar nuestros días que traigamos al corazón sabiduría” (Sal. 90:12)
¿Por qué Dios nos habla de
días y no de años?
Cada día es un tiempo nuevo,
es mío y nadie me lo puede quitar.
Si bien es un eslabón de una
cadena conectada con el día de ayer y el de mañana, cada día es único,
singular, irrepetible…
Es un regalo de dios para mí,
lo que yo haga con él, será un regalo mío hacia Él.
Debo recibir cada día con una
actitud agradecida. Tal vez me he acostado cansada/o, pero al despertar tengo
nuevas fuerzas, nuevas ganas, nuevo vigor y esto depende pura y exclusivamente
de mí.
Cada día es una nueva
oportunidad para terminar lo que quedó pendiente de ayer, o reparar lo que ayer
hice mal.
Es por eso que debo abrir mis
ojos, mi mente y mi corazón con expectativa, ya que “algo nuevo” tiene Dios
para mí.
Inicio el día con esperanza y
confianza, ya que los ojos del Señor están siempre sobre mí (Dt. 11:12)
Dando un vistazo hacia atrás,
en mi vida, reconozco que hasta aquí llegué de la mano de Dios.
Si quiero continuar, sólo debo
aferrarme a sus promesas y no soltarme porque su amor por mí, su fidelidad y su
misericordia NO CAMBIAN.
Debemos vivir un día a la vez
sin afanes ni preocupaciones, sin la carga innecesaria del pasado, ni el temor
de lo por venir.
Como nos dice Jesús en la
oración modelo, el Padrenuestro, “el pan de cada día”, que significa
dependencia diaria de Él.
Él me proveerá de las fuerzas
que necesito cada día.
Busquemos nuestras fuerzas en
Dios, diariamente, en su voluntad para obtener sabiduría.
Recuerda…¡¡¡es tu tiempo de
avanzar!!! ¡¡¡No estás sola/o!!!
Gracias
Señor por este día, me alegraré y me gozaré en él. Puede ser EL MEJOR DÍA DE MI
VIDA, tú siempre me sorprendes con novedades y me preparo para recibirlas, en
el Nombre de Jesús, Amén, Amén y Amén.