“Muchos dolores habrá para el impío; más al que espera en el Señor, le rodea la misericordia”… (Salmos 32:10)
A pesar de hacer
las cosas correctamente, tratando de mantener buenas relaciones con todos, las
cosas no siempre nos salen bien. Por lo general tenemos tropiezos, complicaciones,
dificultades y ¡claro! cuando esto ocurre somos tentados a mirar lo bien que
les va a otras personas, cuyas vidas dejan bastante que desear y sin embargo,
obtienen mejores resultados.
Hay personas que
van cambiando su comportamiento escudándose en que si todos lo hacen por qué yo
no y buscando justificar sus actitudes para lograr mejores resultados.
¡Qué fácil es caer
en ese tremendo error que puede costarnos muchas lágrimas!
El Señor nos
advierte el fin de ellos y nos recuerda que Su misericordia nos acompaña cada
día. Tomados de su mano y caminando en Su voluntad, todo tendrá un buen final,
independientemente de que aún no lo veas.
¡No te dejes
abrumar por las circunstancias! ¡No te compares con nadie!
Concéntrate en el
propósito que Dios tiene para tu vida y avanza conforme a eso, con la seguridad
de que su voluntad siempre es buena, agradable y perfecta.
¡No mires el
bienestar de otros! Posiciónate en lo que el Señor te ha prometido y avanza con
fe, aunque no entiendas por qué los otros logran buenos resultados aún andando
por malos caminos…
No permitas que
esos pensamientos de celos, de envidia aniden en tu corazón, llenándote de
amargura.
Aunque no puedas
verlo, Dios está obrando, si depositas tu plena confianza en Él, si quitas la
mirada de los demás y la fijas en Jesús, tu corazón se llenará de esperanza y
paz.
Oremos: por
aquellas personas que sacan sus ojos del Señor para posarlos en las personas y
en sus logros, sin tener en cuenta de que cada uno somos únicos para Él y tiene
un plan perfecto para nuestra vida.