domingo, 1 de septiembre de 2013

VIVIR CON ESPERANZA Y CONFIANZA

“La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Heb 11:1)

La felicidad es el antídoto del consumismo que se basa en la insatisfacción del ser humano.
Cuando la persona no se siente plena, en paz consigo misma, tiene un gran “hueco” que debe ser llenado.
Es precisamente a esto que apela el consumismo. No es “negocio” la armonía y el equilibrio entre cuerpo-mente y espíritu que nos permite armar vínculos saludables.
No es negocio la familia sostenida por un proyecto de vida común.
No es negocio disfrutar de la ternura, la palabra, una mirada, un gesto amable, la cotidianidad...
No es negocio una mente educada en el dominio propio, que sabe ponerse límites, sino la necesidad compulsiva de adquirir por un sentimiento de carencia emocional, afectiva.
No es negocio la calma, la paz, el tomarse un descanso debajo de un árbol, sino el aturdimiento de los shoppings, los negocios atiborrados de gente, “los descuentos” (que no son tales), el comprar de madrugada, el “happy hour” que ni siquiera es nuestro idioma.
No es negocio  la sabiduría, la buena salud, la reflexión, la serenidad…
No es negocio una rueda de amigos, que no estén pendientes de sus celulares, en una plaza, con su canastita llevando las galletitas de casa y el mate.
Su verdadero negocio no es apuntar al bienestar, sino al malestar, confundiendo apetito con hambre, para que la insatisfacción promueva la búsqueda “afuera” en objetos, en situaciones, lo que “adentro” no puede encontrarse.
El hambre es una verdadera sensación que nos lleva a buscar con qué saciarlo (no hablamos sólo de comida)
Pero el “apetito” es ganas de algo, como me dice mi nieta Abril… bueli, tengo ganas de algo dulce… es lo que el medio incita a consumir.
Tengo sed de…
Cada día se utilizan más psicofármacos para poder “tolerar la vida” en este proceso cada vez más des-educativo y más des-esperanzador..
Los psicotrópicos son los medicamentos más vendidos.
En una prueba de laboratorio se tomó un grupo de ratitas y se las tiró a una pileta con agua, midiendo el tiempo que tardaban en morir.
Después se repitió esta prueba, bastante cruel, por cierto, pero se dividió las ratitas en dos grupos. Al segundo grupo, luego de unos minutos se les propocionó “tablitas” para sostenerse. Cuando los animalitos dieron muestras de cansancio, fueron retirados del agua.
Al volver a sumergir a las que tuvieron la prueba del auxilio, demoraron el doble de tiempo medido anteriormente para agotar sus energías. La resistencia dependía de la esperanza de creer que algo las salvaría y esto postergaba sus muertes. 
De esta experiencia se desprende que:
La fe también se aprende, es una fuerza que alimenta la confianza, si nos dejamos caer en la desesperanza, comenzará a invadirnos la desconfianza.

Gracias Señor, por la fe que depositaste en mi corazón, por la cual no caigo en el desaliento y espero confiada/o en tus promesas que son verdaderas, porque no eres hombre para mentir, ni hijo de hombre para arrepentirte. Gracias por la esperanza en la vida eterna que me da la confianza para vivir una vida victoriosa. Amén, amén y amén.