“Quítense de vosotros toda amargura, enojo,
ira, gritería y maledicencia, y toda malicia” (Efesios 4: 31)
Cuando existe un enojo afloran
todos estos sentimientos y muchas veces nos alejamos de amigos, hermanos y
hasta de nuestros padres.
Tomamos dos actitudes que lejos
de resolver el problema, lo agravan.
1) Dándole rienda suelta a través de la
ira, con gritos, maledicencia, e indignación…
2) Ignorándolo. No lo enfrentamos
entonces pensamos que no existe. La consecuencia será un gran resentimiento y
raíces de amargura crecerán en nuestro corazón.
Será necesario reconocer que
estamos enojados y recurrir a la ayuda de Dios para poder liberarnos de esta
situación.
Pero para ello es necesario que
reconozcamos que existe, porque solo vamos eliminar algo si podemos reconocer que
existe y es dañino para nuestra vida.
Ya sea que estemos enojados con
nosotros mismos, con otra persona, o con Dios por algo que pasó y que nos causó
un gran dolor, tenemos que aceptar nuestra responsabilidad por ese
sentimiento.
Pretender que no existe,
o decir “yo nunca me enojo”, o “no estoy enojado sino dolido/a”,
no sirve de nada.
Si siente algún enojo,
reconózcalo y después identifique su origen. Saber quién o qué desató la furia
puede evitar que dirijamos mal la irritación contra alguien que es
inocente, afectando a los que están a nuestro alrededor. Muchas veces dañamos a
las personas que más amamos, cuando por impotencia volcamos en ellos
nuestra ira, cuando realmente no tienen nada que ver con esa situación.
Un dicho popular reza: “las
palabras se las lleva el viento” pero yo creo que no es cierto, sino que las
palabras son “cuchillos afilados” que se clavan en el corazón de nuestros
seres amados desgarrándolo, dañándolo y dejando graves heridas que solo
Cristo y su amor pueden sanar. Para identificar el origen de nuestro enojo
deberemos respondernos:
- ¿Por qué estoy enojado/a?
- ¿Contra quién estoy enojado/a?
- ¿Qué fue lo que me hizo sentir de esta manera?
- ¿Dónde o cuándo comenzó mi enojo?
- ¿He estado enojado/a durante mucho tiempo?
- ¿Como podré neutralizar este enojo?
Una vez que conozcamos la fuente
de nuestro enojo, será tiempo de perdonar.
Muchas veces tenemos enojo contra
alguien que ni siquiera está enterado o que quizá ya está muerto. Seguimos
cargando con esa cólera por las heridas recibidas. La cólera y la falta de perdón
van a menudo de la mano, y son una pesada carga que nos debilitan. Son a su vez
armas usadas por el diablo para destruir relaciones y paralizarnos.
Dejar el enojo significa caminar
en la voluntad de Dios acercándonos a Él con paso ligero. Dejémosle la pesada
carga del enojo, el miso dijo: Venid a mi todos los que estéis cargados y
angustiados y YO dice Jesús los haré descansar, aprendamos a reposar en Jesús,
que su amor llene nuestro corazón y nos ayude a perdonar y aceptar a todas las
personas tal y como son, así como Él nos acepta a nosotros con todos nuestros defectos
y malas actitudes que aún persisten.