“…tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado” (Ecl. 3:2)
Al llegar el mes de noviembre, cuando el sol comienza
a estar más fuerte y los días se alargan cada vez más, las prímulas comienzan a
perder su lozanía y sus flores van quedando pálidas, destruidas y resecas. Se
hace necesario reemplazarlas. Probé varias especies a través del tiempo, pero
las únicas que realmente duran y no se “achicharran” bajo el caliente sol
veraniego, son las llamadas “popis” un género de enamoradas del sol.
Planté cuatro en una jardinera y cuatro en un botijón
de barro en el jardín delantero de mi casa.Tres de ellas estaban bien verdes y
llenas de pimpollos, al poquito tiempo de haberlas plantado. Pero una estaba
cada día más caída, hasta que definitivamente terminó secándose.
Cuál fue mi sorpresa cuando intenté sacarla con
fuerza, al ver que no ofrecía ninguna resistencia, sino que salía con total
facilidad…¡No tenía raíz! Aunque la planta había disfrutado de todas las
condiciones necesarias sobre la tierra, le faltaba “algo” debajo de la
superficie. Carecía del sistema vital de la raíz para extraer el alimento y la
humedad necesarios de la tierra.
Este ejemplo ilustra una verdad espiritual. A medida
que Dios hace crecer en nosotros un corazón de fe, debemos tener la devoción
necesaria para alimentar nuestro sistema de raíces.
Las raíces marcan la diferencia en lo que respecta a
la salud de una planta y su presencia o ausencia de las mismas se hace
evidente.
La planta crece o se marchita, prospera o muere… Lo
mismo ocurre con nuestra vida espiritual, lo que todos pueden ver refleja lo
que está sucediendo (o no está sucediendo) adentro.
Si Jesús es lo primero en nuestro corazón y la
prioridad en nuestra vida, tenemos que desarrollar un sistema de raíces profundamente
arraigadas en Él. Al igual que una planta que tiene sus raíces escondidas bajo
la tierra, nosotros también a solas con dios debemos recibir de Él todo lo que
necesitamos para vivir la vida abundante que ha prometido a sus hijos (Jn
10:10) Tenemos que vivir escondidos en Él, separando un tiempo para estar con
Dios en lectura de Su Palabra, en estudio, en oración.
Allí recibimos, extraemos, somos alimentados y
crecemos. No sólo nos aseguramos un buen crecimiento, sino también una
excelente salud espiritual.
Gracias Señor
porque me prometiste que seré como un árbol plantado junto a corrientes de
agua, que da su fruto en su tiempo, mi hoja no caerá y todo lo que haga,
prosperará, si estoy muy junto a vos. Amén, Amén y Amén.