La palabra evangelio, proviene del griego “euangelion”. En la antigua Grecia designaba la recompensa que se daba por entregar algún mensaje o buena noticia. Posteriormente llegó a significar las mismas buenas noticias.
En el Evangelio encontraremos todo lo que tal vez hace mucho tiempo que estamos buscando.
Mediante su lectura y reflexión, la mente y el corazón se abren, al mismo tiempo que se va desplegando un amplio espectro de nuevas y emocionantes experiencias.
v Su sabiduría nos hace “entender” el amor hacia los demás que proviene de entregar a Dios todo nuestro ser.
v Hallamos la fuerza necesaria para desechar el egoísmo, la duda y el desánimo que puede invadirnos durante la jornada en el diario vivir.
v Descubrimos la posibilidad y el privilegio que cada uno posee (incluso si está postrado en una cama) de interceder a favor de los demás, orando por ellos.
v La esperanza y la paciencia (que es esperar con paz) ante las pruebas inevitables que se nos van presentando y de las que nadie escapa.
v El estímulo para avanzar y progresar en todas las áreas, poniendo énfasis en el plano intelectual y espiritual que nos permitirá profundizar y llegar a la verdad, al poder conocer, comprender y aprehender la Palabra de Dios, que nos llevará a tener una estrecha relación con Él.
v Descubrir el gozo, la alegría, la audacia, la libertad y otro sentido de la vida, del mundo, de la gente, de Dios...
v Una nueva forma de aprender a disfrutar de la Vida Abundante por la que Cristo se entregó en la Cruz del Calvario.
“ Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”(Juan 8:12)
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