“Echa tu pan sobre las aguas; después de muchos
días lo encontrarás” (Ecl. 11:1)
Nuestro Dios es un Dios multiplicador, Él no se
maneja con sumas y restas, Él multiplica.
Es por eso que sea lo que sea que le entregues
a Dios, será multiplicado.
¿Qué estás dispuesto/a a entregarle?
¿Tu talento? ¿Tu energía? ¿Tu tiempo? ¿Tus
relaciones? ¿Tu amor? ¿Tu vida entera?
Todo lo que le des volverá a ti multiplicado.
Jesús nos grafica esta verdad cuando le da de
comer a una multitud a través de un milagro de multiplicación.
¿Qué fue lo que multiplicó?
Todo lo que tenía un niño en sus manos, cinco
panecillos y dos peces.
El niño le entregó todo a Jesús y le dijo:
¡Señor!, ¿puedes usar esto? Jesús lo tomó, oró,
lo partió, lo bendijo y lo multiplicó.
Lo repartió y alimentó a todos. No solo que se
saciaron cinco mil personas, sino que con las sobras llenaron doce cestas.
Dios siempre nos provee más de lo que
necesitamos, de lo que pedimos, de lo que esperamos… Aún mucho más de lo que
podemos imaginar.
¿Cuándo?
Cuando nos entregamos de VERDAD, sin
reticencias, plenamente. Cuando compartimos con los demás las bendiciones que
hemos recibido.
Cuando podemos salirnos de nuestros propios
problemas y mirar un poquito hacia el costado, siempre habrá alguien que nos necesita.
Dios siempre recompensa ricamente el trabajo
que hacemos para Él y para cada uno de “sus pequeñitos”
Dios nos dice que:
“No nos cansemos de hacer el bien, pues a su
tiempo, si no nos cansamos, segaremos”
Porque:
“El que siembra para el Espíritu, del Espíritu
segará vida eterna”
Oh, Señor, abre mi
corazón para que sea generoso/a con aquellos que lo necesiten, sabiendo que
todo lo que tengo y todo lo que soy proviene de tu mano y que absolutamente
todo lo que comparta con mis hermanos, volverá a mí multiplicado. Te doy
gracias en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén, Amén y
Amén.
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