lunes, 29 de junio de 2015

¡MUY FELIZ!

“Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” 
(Mt 5:3)
¿Qué quiere decir bienaventurado? Quiere decir ser muy pero muy feliz.
Las bienaventuranzas son el espíritu del evangelio porque cada una de ellas es un rasgo del carácter de Cristo.
Este carácter se va tallando en cada uno de nosotros a través de la obra del Espíritu Santo que nos aporta EL FRUTO.
Hay una secuencia especial en el orden de las bienaventuranzas, nada está escrito al azar en la Palabra de Dios y ésta, la primera es la clave para todas las demás.
¿Por qué?
Simplemente porque si no somos pobres en espíritu, no podemos pertenecer al reino de los cielos.
¿Qué es ser pobre en espíritu?
1º Temer a Dios.
2º Menguar nuestro yo para que Cristo crezca en nosotros.
3º Vivir en la voluntad de Dios.
Ser pobres en espíritu es reconocer que somos limitados y finitos, frente a lo ilimitado e infinito de Dios.
No es ser carentes e ignorantes, sino personas que entendieron la pobreza y la escasez de sus conocimientos frente a la perfección del Creador.
No se fían de sus capacidades para comprender la verdad, por lo tanto le creen a Dios y buscan hacer Su voluntad sin discutir con él ni cuestionarle porque han comprendido que la voluntad de Dios es BUENA, PERFECTA Y AGRADABLE.
Sólo podremos gozar de una genuina felicidad si abrazamos las bienaventuranzas y fijamos nuestra mirada en Jesús, ya que la felicidad es obra del Espíritu Santo que nos va transformando.
La sociedad conduce a los hombres a aferrarse a lo que está de moda, a lo que se usa, a este mundo “del revés” en el que vivimos.
En cambio, las bienaventuranzas enfocan nuestra vida interior, “desapegan” a los hombres de los valores de la sociedad y lo “pegan” a Dios, al reino de los cielos.

Amado y bendito Padre: vos decís en Tu Palabra que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y yo quiero entrar en el reino y disfrutar la vida abundante aquí, en la Tierra y la vida eterna allá, en el cielo junto a vos, es por eso que te expreso mi compromiso de ser como un niño en la malicia, pero maduro en mis decisiones y en mi forma de pensar. Te doy gracias, porque sé que me escuchas SIEMPRE. Amén, Amén y Amén.






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