“Jehová de la sabiduría y de
su boca viene el conocimiento y la inteligencia” (Pr. 2:6)
Cuando nos entregamos
verdaderamente, el Señor nos toma en Sus manos y el Espíritu santo comienza a
moldear nuestro carácter. Ya no volveremos a ser los mismos, el FRUTO comenzará
a crecer en nosotros.
La luz desplazará toda
tiniebla que haya e inundará por completo cada una de las áreas de nuestra vida
y cada milímetro de nuestro ser (cuerpo-mente-espíritu) Las marcas de Dios en
nuestra vida, serán internas, pero se evidenciarán afuera. Cambiaremos hábitos,
nuestros gustos sufrirán modificaciones, menguará nuestro YO, la necesidad de
ser reconocidos, la compulsión por ser aceptados. Nuestra inclinación natural a
que nos den la razón, cederá paso a buscar y mantener la paz en todas las
relaciones.
Podremos escuchar más, hablar
menos, podremos ponernos en el lugar del otro, no pre-juzgar. Seremos capaces
de frenar los impulsos, los enojos, las críticas y los juicios. Comenzaremos a
tener sana sabiduría, prudencia, tacto para manifestar nuestros sentimientos y
emociones pero sin herir, sin lastimar. Podremos comenzar a mirar a los otros
con ojos de amor, a través del perfecto amor de Cristo que me amó tanto, que te
amó tanto, que fue capaz de entregar Su vida padeciendo todo tipo de dolores,
oprobios y humillaciones, para llevar a cabo la obra de Salvación que el Padre
le había encomendado, en obediencia.
Cuando el amor de Cristo
inunde nuestros pensamientos, abarque nuestros sentimientos, emociones y domine
nuestra voluntad, el rencor, el odio, los deseos de venganza, la falta de
perdón, los recuerdos dolorosos del pasado, retrocederán para darle paso sólo
al amor, a la paciencia, a la mansedumbre, a la bondad…La discreción nos
guardará y la inteligencia nos preservará de andar en sendas torcidas y
peligrosas.
¡Entrégate HOY, no lo dudes!
Ya probaste tantas cosas, sin resultado…
¡El dolor vuelve, la opresión
está allí, en el centro de tu pecho, con un peso que amenaza aplastarte!
¡Entrégate HOY y descansa en sus brazos de amor! ¡Deja tus cargas y corre hacia
Jesús, liviano/a, ligero/a!
Dile sin demora…¡Estoy en Tus
manos… trabaja conmigo, Señor!
Padre
eterno, soy una vasija en tus manos y Tú el alfarero. Moldéame Señor, conforme
al propósito que tienes para mi vida, a través de Tu Santo Espíritu, que me
habita. Tú eres el único que conoce en qué área debo ser disciplinada y
corregida. Ayúdame, Jesucristo, a ver a los demás con ojos de amor, como vos lo
hiciste, lo haces y lo harás, quiero seguir tu modelo de obediencia y
fidelidad.
¡Crece
en mí! Amén, Amén y Amén.
1 comentario:
todo realmente hermoso. Nuestro Señor te llene de bendiciones.
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