Nuestras vidas siguen ciclos, como los de un árbol. Dios usa los desafíos de la vida para guiarnos a la plenitud. En los otoños, recoge las piezas quebrantadas (hojas secas) y crea algo hermoso. En el invierno, nos da el sostén necesario para lidiar con el clima hostil de las circunstancias adversas.
En la primavera, surgen nuevas fuerzas, nos da nueva vida y el ciclo vuelve a comenzar.
Él siempre está presente para levantarnos, dirigirnos y renovarnos.
El Espíritu Santo nos ayuda a crecer, a madurar y nos fortalece para que en cada una de las etapas de nuestra vida podamos AVANZAR.
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