En
numerosas oportunidades pretendemos hacer el trabajo que le corresponde a Dios.
Nos convertimos en expertos profesionales para juzgar y rápidamente decretar un veredicto,
pero… ¡somos tan lentos para verificar si lo que vemos o pensamos es lo que
realmente sucede!.
Debiéramos preguntarnos:
¿Cuándo
me delego Dios para juzgar a mi hermano?, ¿En qué momento te otorgó el privilegio de
enjuiciar a la persona porque no comparte tus ideas o tu visión?
Si vemos que alguien tropieza o cae, somos los primeros en
desaparecer de su círculo, somos los primeros en apartarlo de lo “santo”, somos
los primeros en olvidarnos que un día también nosotros necesitamos de una mano
extendida que nos ayudara a restaurarnos.
Pero
Jesús nos pide MISERICORDIA y nos recuerda que:
“No se
conviertan en jueces de los demás, y así Dios no los juzgará a ustedes. Si son
muy duros para juzgar a otras personas, Dios será igualmente duro con ustedes.
Él los tratará como ustedes traten a los demás”. (Mateo 7:1-2)
Él es el único que puede juzgar y cuando lo hace su juicio
es perfecto. No critiquemos, no menospreciemos, no nos creamos tan perfectos
porque en realidad no lo somos, no pensemos que todos tienen que ser como
nosotros, porque cada uno tiene una relación personal con Dios. No creamos que
somos mejores que alguien, porque en realidad no somos mejores que nadie.
Vivamos cada día agradecidos porque Dios nos dio la
oportunidad de ser sus hijos, si vemos a alguien que tropieza, extendamos la
mano, si alguien cae, levantémoslo, si alguien es débil, ayudemos a que se fortalezca, si
alguien falla, corrijámoslo con amor, mostremos lo que Dios nos ha dado a
nosotros, ese amor tan puro con el que nos llamó, nos aceptó, nos perdonó y nos
está restaurando.
Dejemos de criticar, menospreciar y creernos los más buenos de
los buenos, porque no hay ninguno bueno, sino solo Dios.
Jesús
mismo nos hace esta invitación:
“No se conviertan en
jueces de los demás, y así Dios no los juzgará a ustedes. Si son muy duros para
juzgar a otras personas, Dios será igualmente duro con ustedes. Él los tratará
como ustedes traten a los demás”. (Mateo 7:1-2)
Cuando nosotros en lugar de juzgar apliquemos la
misericordia y nos dediquemos a amar, a comprender y a ayudar, nuestra vida se
volverá diferente. Un gozo real nos inundará, toda amargura, enojo,
resentimiento y todo sentimiento que nos lleva a juzgar desaparecerá, porque el
amor de Dios estará inundando nuestra vida y es allí, cuando vamos a comenzar a
disfrutar de lo que realmente es la vida en Cristo, una vida de amor verdadero
hacia Dios y hacia nuestro prójimo.
¡¡¡HASTA LA
PRÓXIMA!!!. ¡¡¡DIOS LOS BENDICE Y LOS GUARDA!!!
2 comentarios:
Que tema Marta!! muy bueno!! Solo un corazón lleno de la misericordia
de Dios podrá cumplirlo!! Que Dios nos ayude a AMAR siempre!!Bendiciones hermana-amiga!!
¡¡¡¡ Cuanta verdad en tu meditación !!!! Ya lo dice el Señor:MISERICORDIA quiero y no sacrificios. Que el Espíritu Santo nos ayude a tener un corazón misericordioso .
¡¡ Bendiciones y hasta pronto!!
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