“Y pusieron su corazón como
diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos
enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros…” (Zac.7:12)
El diamante es una piedra
preciosa de alto valor, deseado y comercializado en el mundo entero.
Esta bellísima gema se
caracteriza por su dureza extrema, resiste los impactos y se mantiene
inalterable ante el roce con otros objetos.
En principio parecería un
halago que se dijera que alguien tiene un corazón de diamante…pero…
La realidad es que un corazón
de diamante es un corazón endurecido, que permanece inalterable, invencible e
indiferente a Dios.
Es por eso que el profeta
Zacarías usa esa expresión para referirse a una actitud, el estado espiritual
del pueblo de Dios que no quiso escuchar, volvieron la espalda y taparon los
oídos para no oír (Zac 7:11)
El corazón se va engrosando,
el alma se embota y los pecados sin confesar van levantando un “muro
resistente” al filo de la Palabra.
El Espíritu santo se
contrista, no puede obrar y aunque escuchemos, leamos y oremos…no tenemos ni
gozo, ni alegría…
Si estás en esta
situación…¡tranquilo/a! el Señor nunca abandona a sus hijos.
Aunque sean infieles, Él es
fiel y obra acorde a Su corazón amante y misericordioso.
Cuando nos volvemos a Él de
todo corazón, Él nos restaura. En sus manos están TODAS las herramientas
adecuadas para lograrlo.
Vuelve HOY al Señor, oye Su
voz y no endurezcas tu corazón (Sal 95:7-8)
¡Cuidado! No permitamos que el
pecado “anide” en él porque adormecerá nuestra conciencia.
¡Guarda tu corazón! Examínalo
a la luz de la Palabra, déjate guiar por el Espíritu Santo que escudriña en lo
profundo.
¡Dios
mío! Vengo delante de tu trono con un corazón arrepentido, escudríñalo Señor,
pruébame, examina mis pensamientos, mis emociones para que pueda ver si mis
afectos son genuinos y si mis motivaciones son acordes con Tu voluntad perfecta
y agradable. En el Nombre de Jesús, Amén, Amén y Amén.
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