“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y
el orín corrompen y donde ladrones minan y hurtan” (Mt. 6:19)
¿Tienes el hábito de juntar objetos inútiles por si
algún día lo necesitas?
¿Tienes el hábito de juntar dinero sólo para no gastarlo,
pensando que en el futuro los vas a necesitar?
¿Tienes el hábito de guardar ropa, zapatos, muebles,
enseres domésticos y otras cosas del hogar que no usas desde hace ya mucho
tiempo?
¡No lo hagas!
Esta práctica atenta contra tu prosperidad.
La realidad es que cuando en un lugar hay una cosa,
hasta que esta no sale de allí, no puede caber otra.
Y…¿Qué ocurre dentro de ti?
¿Tienes el hábito de guardar rabias, resentimientos,
tristezas, miedos…?
Es preciso que te deshagas de todo lo inútil que hay en
vos y en tu vida para que la prosperidad llegue, para que puedas abrirte a
ella.
Sólo si hay espacios vacíos de “lo viejo”, podrá
ingresar “lo nuevo”
Mientras estés material y emocionalmente cargando
sentimientos viejos e inútiles, no tendrás lugar para que ingresen nuevas
oportunidades.
Los bienes necesitan circular. Limpia cajones,
armarios, el garaje, el cuarto del fondo, el escritorio…
¡Dona lo que no uses y esté en buenas condiciones!
La actitud de guardar cosas inútiles encadena tu vida.
En verdad no son los objetos guardados los que encadenan tu vida, sino el
significado de tu actitud de guardar.
Cuando guardamos estamos considerando la posibilidad
de carencia, de falta, una sensación de que hoy tal vez tenemos pero… ¿y
mañana?
Evidencia temor de que mañana pueda faltar, de no
poder afrontar ni cubrir las necesidades.
Con esa idea le estás enviando a tu cerebro y a tu
vida dos mensajes:
1.- Que no confías en que Dios está al control de tu
futuro.
2.- Que piensas que lo nuevo y lo mejor no son para vos.
Despréndete de lo que ya ha perdido el color y el
brillo, de aquello que todavía está bueno, pero que ya no necesitas. Deja
entrar todas las bendiciones que Dios tiene preparadas para vos y tu casa.
Señor, a través
de la acción de tu Santo Espíritu en mí, ayúdame a modificar este mal hábito
del aferramiento. Hoy declaro que Tú eres mi proveedor, mi Jehová Jireh y que
nada me faltará, porque estando en Ti, lo tengo todo. Gracias, Papá bueno, en
el Nombre de Jesús. Amén, Amén y Amén.
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