“Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis
en tentación” (Lc. 22:46)
Vivimos en un
tiempo en donde es muy fácil enfriarse, dormirse espiritualmente. Basta solamente
con que permitamos que la humildad se oculte de nuestra vida y afloren el
orgullo y la vanagloria.
¡¡¡Cuidado!!!
Si dejamos de
sentir la Presencia de Dios, no es porque Él se ha alejado de nosotros, sino
porque estamos “dormidos” en lugar de velar.
Hemos dejado de
buscar Su fortaleza, pensando (pobres ilusos) que nuestros logros dependen sólo
de nuestras propias fuerzas.
Entonces nos
dormimos en los laureles viviendo de glorias pasadas y pasamos a no ser ni
siquiera la sombra de lo que hemos sido en algún momento.
¡Recuperemos el
primer amor! ¡Volvamos a lo que hacíamos cuando llegamos a Jesús!
Dormir espiritualmente es
haber dejado de buscar intimidad con el Señor, haberle quitado el primer lugar,
ya no buscar qué nos dice al levantarnos, qué nos aconseja antes de tomar una
decisión.
Dormir espiritualmente es
leer o escuchar Su Palabra, pero no ponerla por obra.
Es volvernos
cristianos nominales, pero no practicantes, sino sólo simpatizantes.
Es no necesitar
juntarnos con otros hermanos que tengan nuestro mismo sentir, tener comunión.
Es ya no sentir que
el Espíritu Santo nos inquieta cuando hemos hecho algo que está mal, o nos
incomoda por haber dado una mala respuesta.
¡Despierta! ¡Sé
sincero/a con vos mismo/a! ¿Estás dormido/a?
¡Es hora de salir
de tu zona de confort y ponerte en acción!
¡Es tiempo de
avanzar!
¿Cómo? Vela conmigo,
te dice Jesús, y ora porque el espíritu está dispuesto, pero somos débiles y el
hombre fuerte siempre está buscando a quien devorar.
Estamos viviendo
tiempos importantes, no sigamos adormilados, ¡el tiempo de la salvación se
acerca!
¡Señor!, no permitas que me duerma, que me distraiga del
propósito que tienes para mi vida. Quiero estar preparada/o velando, para el
día en que vengas a buscarme, porque sé por las señales dadas por Tu Palabra,
que los tiempos se acercan y quiero estar preparada/o, lo pido en el Nombre de
Jesús, Amén, Amén y Amén.
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