domingo, 4 de septiembre de 2016

¿LIBRES O CAUTIVOS?


“Así que, si el  Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”  (Jn. 8:36)

La esclavitud fue abolida hace ya mucho tiempo. Sin embargo, en la actualidad, diariamente vemos en las noticias rehenes en un asalto, robo de niños, bebés, secuestros de jovencitas que son usadas como esclava sexuales…
Además de estos horripilantes tipos de esclavitud, también existen seres atados a prisiones mentales.
Pululan las sectas que privan a sus víctimas de la libertad para pensar y razonar, esclavizándolas a ideologías y prácticas aberrantes.
Nuestro siglo se caracteriza por una búsqueda de espiritualidad. Como las prácticas son engañosas, muchas personas se dejan “atrapar” obedeciendo a rajatabla todo lo que sus líderes les mandan sin objetar nada, ni confrontarlo con nada.
Tales acciones están en oposición con la Palabra de Dios que figura en La Biblia.
Jesús nunca ejerció presión sobre aquellos a los que enseñaba cuando estuvo en la Tierra.
Por el contrario, vino a liberar, no a esclavizar. A liberarnos de nuestras propias pasiones, de nuestro orgullo, de nuestro egoísmo, de la culpa y de tantos aspectos erróneos que pertenecen a nuestra naturaleza humana y que nos mantienen cautivos.
Jesucristo con su muerte venció a Satanás que es el principal acusador y al que le encanta “esclavizar” a los seres humanos.
Gracias a su muerte en la cruz, Jesús liberó a todo aquel que a Él acude ofreciendo PERDÓN, SALVACIÓN Y LIBERACIÓN.
No obliga ni presiona a nadie para que lo siga.
¡Conócelo!, acércate sin demora, déjalo entrar a tu corazón. De allí no saldrá jamás y lo seguirás, no por presión o temor, sino por AMOR.

Gracias Señor, porque me libertaste. Te acepto en mi vida como mi Señor y Salvador. Tu sangre derramada en la cruz me abrió las puertas de la cárcel en la que estaba. ¡Ahora soy libre de pecado! Tu sangre me limpió, me sellaste con tu Espíritu y me llevarás día a día a ir corrigiendo mis errores.



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