Cuando me enfrento con las duras realidades de la
vida, tengo que tomar una decisión…
¿Camino por fe? ¿Creo en Dios?
¿Confío en Sus promesas o me guío por mi propio
razonamiento?
Vivimos tiempos difíciles, esto no es ninguna novedad,
es más, suena a algo repetido, muy reiterativo, pero no por ello menos cierto.
Si miramos a nuestro alrededor, podemos “naufragar”
No hay seguridades, ni en la economía, ni en las
finanzas, ni en los trabajos, ni en las relaciones…Cabe que me pregunte a mí
mismo/a:
¿Dónde fijo la mirada? ¿En el problema, en la
dificultad, o en la grandeza de mi Dios que me sacará esta vez a flote como ya
lo ha hecho otras veces?
La fe tiene que ser probada para saber si es auténtica
o simplemente se trata de algo emocional.
Esto sólo puede conocerse a través de la prueba.
¿Soy de los que, cuando la dificultad aparece en la
puerta, mi fe se escapa por la ventana?
¿Escucho la voz de Dios que me habla a través de Su
Palabra o le doy lugar a los susurros del diablo que intenta pulverizar mi fe y
mi esperanza?
Muchas veces, ante los razonamientos humanos, nuestra
fe es aplastada.
Nos dejamos llevar por lo que perciben nuestros
sentidos, razonamos y sacamos conclusiones lógicas.
Entonces…nos apartamos de Dios, de Su Palabra, de Sus
promesas, comenzamos a caminar “por vista” y nuestra fe se esfuma.
Pero Dios es sobrenatural y sus obras no pueden ser
reducidas a una simple lógica humana. Él es hacedor de imposibles, que nada
tienen que ver con la lógica.
La fe verdadera nada tiene que ver con el estado de
ánimo, ni con las circunstancias externas.
La fe es un fruto del Espíritu Santo… ¡Deja que tu
mente sea tocada y renovada! ¡Permite que trabaje en tu interior en libertad!
¡Pon tus ojos en Cristo el autor y consumador de la fe
y avanza confiado/a!
¡No importa lo que pase! ¡No desvíes tu mirada! Avanza
como si vieras lo invisible.
Gracias, Señor
porque sé que trabajas en mí perfeccionándome y es por eso que estoy pasando
por esta prueba tan dura. Me aferro a tus promesas y sé que saldré
fortalecida/o y algún día podré ver tu rostro. En el Nombre de Jesús. Amén,
Amén y Amén.
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