domingo, 6 de mayo de 2018

DEJÉMONOS GUIAR POR EL ESPÍRITU...



“Un ángel del Señor habló a Felipe diciendo: levántate y ve hacia el Sur…” (Hch. 8:26)

Es necesario que estemos dispuestos a dejarnos guiar por el Espíritu Santo.
¿Cómo? Obedeciendo su voz silenciosa en nuestra mente, en nuestro corazón, en nuestro espíritu.
¿Cuál debe ser mi actitud cuando “escucho” que el Espíritu Santo está hablando? Debemos imitar a Felipe “entonces él, se levantó y se fue” (v27)
Si queremos ser usados, instrumentos útiles en manos del Señor, debemos tener una actitud decidida, valiente, pero sobre todo, OBEDIENTE.
Muchas veces “viene” a nuestro pensamiento una persona, o soñamos con ella. ¿Qué hacer?
Lo primero, allí, donde estemos, entregársela al Señor en oración, después, en cuanto podamos, tratar de comunicarnos con ella por algún medio.
De no ser posible, seguiremos orando por ella y por sus necesidades.
Son numerosas las oportunidades en las que llamamos telefónicamente a alguien o le enviamos un mensaje de texto y nos manifiesta estar pasando por una situación donde necesitaba una palabra de aliento.
Como en este pasaje, donde Felipe es enviado por el Espíritu Santo para hablar con un etíope que estaba necesitando escuchar las buenas nuevas del evangelio. Su corazón estaba preparado, pero necesitaba la luz de Cristo que iluminara la Palabra y abriera sus ojos.
Como resultado de la actitud obediente de Felipe, el eunuco creyó y se bautizó y dice la Palabra que siguió gozoso su camino.
Cuando estés dispuesto/a a AVANZAR, aparece gente, el Espíritu Santo los impulsa y Dios los atraerá hacia ti para que te ayuden y te bendigan, como al eunuco.
El Espíritu guía, Dios prepara la tierra y da el crecimiento, pero necesita que nosotros estemos dispuestos a ponernos en acción, a plantar y a regar.

¡SEAMOS SENSIBLES Y OBEDIENTES A LA GUÍA DEL ESPÍRITU!

Señor, en esta hora me determino a obedecerte y dejarme guiar por el Espíritu Santo. En el Nombre de Jesús te pido que abras mis oídos para poder escuchar tu voz silenciosa hablando a mi corazón y mis ojos para ver la necesidad del otro y ponerme en acción.
Tú pones en mí tanto el querer como el hacer, concédeme ser cada vez más sensible y obediente a la guía del Espíritu Santo.
¡Gracias! Sé que me Tu oído está atento a mi clamor y lo harás.  Amén, Amén y Amén.


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