¿Quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo? (Lucas 12:25)
Pertenecemos a una sociedad devorada por el afán, la inmediatez, con una enorme dificultad para encarar procesos de larga duración...
Todo fomenta el ¡YA! El problema se presenta cuando aplicamos estos mismos ritmos a las relaciones humanas...
En realidad, ni una pareja, ni una familia, ni una amistad, se forjan de manera ultra rápida.
Entonces, no nos tomamos el tiempo necesario, nos llenamos de ansiedad y afán...
Nos cuesta aquietar nuestro cuerpo y ni qué hablar de nuestra mente.
Las emociones entran en ebullición y ...¡los resultados pueden ser desastrosos!
Los procesos llevan su tiempo... es necesario educarnos para la espera. Esperar "algo" requiere una cualidad llamada PACIENCIA... La paciencia es un "fruto" del Espíritu Santo.
Esperar con paz, no es una espera pasiva, sino es activar la FE, sabiendo con certeza en nuestra mente y corazón, que lo esperado se concretará.
Esa expectativa brota de lo más profundo de nuestro ser y se apoya en la certeza de conocer en quién hemos confiado.
Depositamos nuestra confianza en un Dios Todopoderoso que no miente, ni se arrepiente. A su lado, los problemas son muy pequeñitos, aunque a nuestra perspectiva humana pueden parecer enormes, ante Su Poderosa Presencia, son insignificantes...
De este modo, nuestra esperanza nos libera de todo afán, dejando cada uno de los problemas en sus manos, convencidos de que Él se ocupará porque nos ama y quiere lo mejor para sus hijos...
Quien sabe esperar... no desespera... Se ocupa... no se preocupa...
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