“Y alzó Lot sus ojos y vio toda la llanura del Jordán
que toda ella era de riego, como el huerto de Jehová, como la tierra de Egipto…
(Gén.13:10)
Lot alzó sus ojos, pero no apartó realmente su mirada
del lugar donde su corazón se había quedado, en Egipto.
Hasta ese momento había caminado dejándose conducir
por la fe de su tío Abraham. Pero ahora tiene que elegir y tomar su propio
camino.
Sus ojos se alzan y su mirada se vuelve hacia lo que
es atractivo, la llanura del Jordán.
Vio lo bello, no reparó en los peligros, ya que los
hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera
(Gén.13:13)
Su fe no estaba ejercitada, se había sostenido siempre
en su tío y al momento de decidir, le faltó discernimiento.
Alzó sus ojos y se fue a habitar en las ciudades de la
llanura. Su mala elección comprometió a toda su casa y le habría llevado a
perder la vida si Dios no hubiera intervenido en respuesta a las oraciones de
Abraham
¡Cuidado! Muchas veces nos contentamos con seguir a
otros poniendo nuestra confianza en ellos…¡estamos en peligro!
Está muy bien tener referentes espirituales, personas
que han alcanzado un nivel de madurez mayor, imitar su fe, obedecer las
autoridades y sujetarnos a ellos pero, cada uno tiene que ir ejercitando sus sentidos
espirituales a fin de adquirir certidumbres y convicciones para sí mismo/a.
Porque ¿qué ocurrirá su aquellos en los que hemos
depositado nuestra confianza ya no están junto a nosotros?
¿Qué haremos sin una fe lo suficientemente ejercitada,
sin “músculos espirituales” ejercitados convenientemente?
Corremos el peligro de, al igual que Lot hacer malas
elecciones que nos involucrarán no sólo a nosotros, sino que también pueden
afectar a otros.
Lot, al alzar los ojos, no vio la majestuosidad de
Dios, vio las riquezas del mundo, porque allí estaba su corazón.
Nuestras decisiones de hoy, tienen consecuencia en
nuestra descendencia…
Padre, en el
Nombre de tu hijo Jesucristo te pido que me ayudes a elevar los ojos para ver
la hermosura de Aquel que lo llena con su presencia. Ayúdame a alzar mis ojos
en la dirección correcta, hacia donde están las verdaderas riquezas, hacia mi
destino, el cielo.
Cuento con la
valiosa e indispensable guía del Espíritu Santo para ejercitar mis sentidos
espirituales.
¡Gracias, Señor!
Amén, Amén, Amén.
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