“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas
les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Ro. 8:28)
Muchas veces se hace difícil encontrar una respuesta adecuada a este
interrogante.
La realidad es que las pruebas son experiencias por las que todos los
seres humanos tenemos que pasar en algún momento.
Son transitorias, por largas que se hagan, por mucho que duren, siempre
habrá un fin.
Constituyen lecciones para nuestro provecho y crecimiento espiritual.
Además ayudan a formar nuestro carácter, para que vayamos transformándonos.
Aunque no nos guste reconocerlo, sólo a través de las pruebas
ejercitamos la paciencia y nuestra fe es fortalecida.
Podemos estar atravesando una prueba, por diferentes motivos:
1.- Nuestros propios errores y pecados.
Muchas veces nos empecinamos en hacer nuestra propia voluntad, a pesar
de que el Espíritu Santo “nos avisa” que estamos errando el rumbo.
Decidimos mal, nos equivocamos al elegir y actuamos impulsivamente.
2.- Los pecados y errores de otros.
En numerosas oportunidades hay personas difíciles en nuestra vida, pero
Dios las utiliza para “moldear” nuestro carácter y producir buenos frutos en
nosotros.
3.- Otras veces, las pruebas son tratos directos de Dios para nosotros.
No lo entendemos y hasta lo cuestionamos. Pero Dios es omnisciente, es decir todo lo sabe y en ese TODO también está
nuestro futuro.
¿No es precisamente en medio de las pruebas cuanto más nos acercamos a
Él?
¿No es en ese momento en que ya hicimos todo lo que humanamente podíamos
en que nos RENDIMOS a SU PODER, a SU FUERZA, a SU VOLUNTAD…
Señor, ayúdame a utilizar esta
prueba para obtener paciencia y madurez espiritual que me permita ser un
instrumento de bendición para otros, permitiendo que el Espíritu Santo me
perfeccione para vivir una vida abundante y victoriosa, en el Nombre de Jesús,
Amén, Amén y Amén.
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